Por María Quiroga Gili
Bien es sabido que en muchos países y culturas del planeta, la sociedad sigue siendo acusadamente patriarcal y, sin embargo, las mujeres siguen representando un pilar fundamental para las familias, encargándose del cuidado de ellas y de su economía. La desigualdad social entre ambos géneros se hace especialmente notoria en los espacios públicos, donde la participación de las mujeres es realmente baja y, por tanto, su posición a la hora de tomar decisiones dentro de sus comunidades.
Como directora de Agrónomos Sin Fronteras, la experiencia en Tanzania nos lleva a la conclusión que los cultivos podrían aumentar su productividad si la tierra se usara de manera eficiente, si se facilitara la disponibilidad de insumos agrícolas (tales como semillas y/o fertilizantes) al alcance de todos y si hubiera mayor accesibilidad a mercados competentes. Todo esto sería reversible si se hiciera especial hincapié en dos aspectos: aplicando las tecnologías y conocimientos pertinentes y favoreciendo la participación de las mujeres, ampliamente demostrado, mejores líderes y gestoras.
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En un país donde más del 50 por ciento de las mujeres se dedica al campo, destaca que sólo el 7 por ciento de ellas tenga acceso a la titularidad de la tierra. Esto significa que Tanzania, como tantos otros países, necesita de políticas públicas que las respalden y les ayude a alcanzar la equidad de género. Por otro lado, el escaso acceso a la toma de decisiones en los ámbitos organizativos, productivos y ciudadanos provoca que vean vulnerados gran parte de sus derechos, en este caso, especialmente el derecho a la alimentación; siendo las mujeres y las niñas y niños los primeros que se ven afectados. Resulta paradójico tratándose de un país donde tan alto porcentaje de mujeres se dedica al campo.
Por eso, aunque queda mucho camino por recorrer hasta ver cerrada la brecha de género en la agricultura y el medio rural, se hace necesario empezar a aplicar leyes que disminuyan esta desigualdad, por diferente que sea el nivel de desarrollo de cada país, que pase por regularizar la normativa que da acceso a la titularidad de la tierra y recursos naturales. También por garantizar, a través de leyes de paridad, la participación de las mujeres en los espacios públicos, que les permita formar parte de las decisiones y ayudas estatales así como el acceso a mejores mercados. Además, se debe facilitar a las mujeres los servicios financieros, ya que muchas veces esta asequibilidad se ve condicionado por la situación jurídica y/o social en la que se encuentran. Así mismo, hay que favorecer la agrupación de mujeres donde puedan encontrar apoyo entre ellas, un lugar de encuentro donde desarrollar sus competencias y su confianza. Y, por último, cerrar la brecha tecnológica mediante herramientas que mejoren y satisfagan las necesidades de las mujeres y los hombres por igual.
Al respecto, en Tanzania, un país en vías de desarrollo, a pesar de las muchas carencias en infraestructura que tiene, el 73% de la población maneja un móvil. Sería posible la implementación de pequeños softwares o aplicaciones que permitieran monitorear los cultivos desde la adquisición de semillas hasta su puesta la venta desde sus propios teléfonos que ya los conocen y manejan a diario. No sólo eso, el uso de tecnologías en el campo permitiría dar transparencia económica al sector que aún tiene una economía sumergida muy acusada. La revolución del móvil ha cambiado la manera de gestionar el campo en muchos países y así podría serlo en Tanzania. La introducción herramientas tecnológicas, acompañada de altos índices de formación, supondría para agricultoras y agricultores poder hacer una planificación comercial y una estrategia de cada campaña, lo que se traduciría en ingresos más sostenibles en el seno de las familias; en definitiva, una mejora de su calidad de vida.
Por ende, la garantía de que el sector primario evolucione pasaría por el cierre de la brecha de género y la modernización del sector a través de la tecnología adecuada.
María Quiroga Gili es directora de Agrónomos Sin Fronteras. En 2020 fue elegida como Avanzadora 2020, un galardón de 20minutos y Oxfam Intermón para reconocer públicamente a mujeres con liderazgo social por su trabajo en una causa que promueva la igualdad, la lucha contra la pobreza o los derechos de las mujeres.
